Cuando sucede lo impensable, el faro es esperanza.

Por Elí Ganem

Ilustración realizada por Elí Ganem @ga.m.a @discursointerno

En una sociedad en la que se está creando conciencia sobre lo que la salud mental e inteligencia emocional representa, surgen preguntas como: ¿La terapia psicológica realmente sirve?, ¿Todos la necesitamos?, ¿eso es para los locos, no?” Al igual que muchas otras, aparecen constantemente en el discurso de las personas; en los mejores escenarios estas preguntas se hacen frente a un experto en la materia, lo cual permite responderles de manera profesional e informada. Sin embargo, la mayoría de las veces estos cuestionamientos se quedan en el aire ya que el único receptor de la información es uno mismo y al desconocer sobre el tema, las respuestas tienden a ser negativas “no, no lo necesito” “no funciona” “no estoy loco/a”.

No obstante, estos cuestionamientos que nos hacemos a nosotros mismos, no siempre se deben a una falta de interés en conocer, sino por una falta de información de cómo investigar y con quién. Por eso, que hoy en día existan profesionales hablando sobre salud mental de una manera amena y accesible es lo mejor que se puede hacer para detener esta ausencia de información.

Por mi parte, la escritura es el medio para invitarlos a conectar con este discurso interno que todos tenemos, por ello cuando pienso en esas preguntas y en muchas otras que se plantean, pienso en diversas maneras de metaforizar algo tan profundo y difícil como lo son estas preguntas, “¿sirve o no sirve?” y “¿realmente lo necesitamos?”; antes que nada considero que son preguntas sumamente válidas y valiosas, porque expresan la inquietud de poner algo tan delicado como lo es nuestra mente en las manos de alguien más, pero sobre todo expresan interés, tal vez medio escondido pero ahí está, esperando a poder encontrar algo de donde apoyarse. Con esto, se me ocurrió una manera de ejemplificar parte de lo que la terapia y nosotros somos.

Nuestras emociones son impredecibles y nos hacen actuar de diversas maneras, a veces estamos en total quietud, en ocasiones sentimos un tormento por dentro, incluso podemos llegar a sentirnos perdidos y cuando mejor nos va, encontramos el rumbo, justo como un navegante en el mar.

Cada uno de nosotros nos encontramos navegando en el mar hacia una dirección; en este trayecto existe la posibilidad que en cierto momento nos perdamos fácilmente y ello se debe a que en algún punto del recorrido lo único que se alcance a mirar sea mar. En esos momentos es probable que nos desviemos del rumbo hacia donde íbamos originalmente, o bien, sígamos en la dirección inicial, aunque no lo sabremos hasta encontrar tierra y un faro de mar que nos indique que a salvo podremos estar.

No afectará si hay luz u oscuridad, estos faros siempre estarán. En las noches iluminarán el camino girando 360° para alumbrar a todas las direcciones pues los navegantes podían llegar desde cualquier lugar. Y en las mañanas, aunque no estén activos, la estructura de estos nos dará tranquilidad. A pesar de que siempre se puede emprender de nuevo el camino rumbo al mar tendremos la certeza de que en cualquier dirección habrá un faro de mar que nos vuelva a auxiliar.

Los navegantes somos nosotros mismos, cada uno con diferentes personalidades y motivaciones para haber emprendido el camino; el viaje iniciado representa nuestra vida y todo lo agregado en ella: nuestro trabajo, la familia, el amor, el desamor, las amistades, la diversión y la amargura, en síntesis, todo; nuestras emociones representan el mar las cuales en ocasiones jugaran a nuestro favor y muchas otras, no. Y en los momentos en los que nuestro ‘mar’ está inquieto, alborotado, embravecido e incluso desconocido; nos podemos llegar a sentir perdidos, ansiosos o temerosos y ello no nos hace locos ni débiles. Es normal y no es un defecto sentirnos indefensos ante lo desconocido y la incertidumbre.Los faros de mar al ser todos diferentes estarían representando a la diversidad de psicoterapeutas de la salud mental y la tierra firme sería ese espacio, el cual cada corriente terapéutica ofrece y aunque cada uno es diferente, en todos te podrás explorar, conocer, sanar y (re)habitar.

Como todo en la vida, los viajes se emprenden en diferentes tiempos, días y razones; eventualmente todos lo hacemos, pero no porque alguien ya esté en ese proceso significa que el otro ya tiene que zarpar. Por lo tanto, ¿la terapia funciona? Sí, pero se necesita de una motivación intrínseca real para poder sobrellevar el proceso. ¿Estamos locos o débiles por buscar ayuda? Por supuesto que no, hoy en día son más las personas que reconocen que una terapia funciona en diversos momentos de la vida y no únicamente cuando están derrumbados o sin saber cómo actuar. Y por último, ¿Todos necesitamos de una terapia? Tal vez en primer momento no de una terapia, porque repito ¡es por motivación, no por obligación!, lo que sí puedo asegurar es que necesitamos y buscamos de un apoyo, este lo buscamos en amigos, familiares o conocidos y lo más probable es que lo tengamos aunque no siempre sepamos que tienen esa función. Sin embargo, con estas personas siempre se juegan las subjetividades y emociones llevando en ocasiones a malos entendidos y peleas.

Todos necesitamos alguien o algo en lo que nos resguardamos cuando necesitamos claridad y tranquilidad, por lo que la psicoterapia ofrece personas especializadas en sobrellevar problemáticas fuertes y delicadas, en mantenerse neutrales, al igual que saber sostener, acompañar y esclarecer. Sin embargo, cada psicoterapia tiene sus matices, puntos fuertes y límites y por ello es importante conocer, investigar y preguntar.

Y recuerda, un especialista no es un salvador, es una guía; si decides apoyarte en un profesional busca a alguien con quien te sientas en completa seguridad y el espacio que te ofrezca, te sea una buena oportunidad para explayarse sin pensar en el “qué dirá o pensará” ya que ello se transforma en paz mental y podrás avanzar; que sea tal tu tranquilidad que cuando veas ese faro, ya no te preocupes por el resto del mar.