La mirada con la que vemos el mundo
- Elí Jess Ganem Kuri
- 28 mar 2023
- 3 Min. de lectura
Por Elí Ganem de Discurso Interno

Ilustración por @Ga.m.a de @DiscursoInterno
Resulta fascinante ver cómo el mundo y la vida es percibida de millones de maneras diversas, y aunque muchos podemos llegar a estar expuestos a los mismos escenarios, nunca los vivimos igual; tal vez podremos relatar aspectos similares, no obstante, dependerá de nuestra historia de vida, traumas sin resolver, heridas sin sanar y fantasmas del pasado, lo que altera nuestra percepción de lo ocurrido. Es por ello que, ante un mismo evento, algunos verán el caos, mientras otros percibirán la posible luz y prosperidad. No significa que unos estén bien y los otros mal, ni significa que la vida debe de verse con resiliencia o crudeza. Significa que dependerá de lo que nos conforma y lo que hemos vivido, el cómo vemos la vida.
La apertura a la escucha y entendimiento, siempre será más benéfica que el encerrarse a una única manera de observar. Desafortunadamente la diversidad es intolerable para muchos, al grado de generar malestar, enojo, odio y rechazo a las diferentes maneras de ver, percibir, sentir y por consecuencia, de actuar. Cierto es que, al ser posturas variadas, habrá algunas con las que no compaginemos y muchas otras con las que sí, lo cual es necesario y válido, sin embargo, para poder discernir que aceptar y que no, es necesario ser un poco más abierto para conocer el mundo de otro modo, y posiblemente, aprender.
Es muy común que rechacemos, critiquemos o juzguemos a otros por lo que expresan, han vivido y reaccionan; sin comprender qué hay un antes que marcó el hoy de esa actitud. Algunos ejemplos pueden ser: cuando se ha vivido con mucha carencia, se puede actuar de maneras que pueden percibirse como posesivas, controladoras o incluso superficiales. Cuando se han vivido infidelidades o traiciones, habrán actitudes que podrán percibirse como tóxicas, de desconfianza o insegura y posesivas. O si se han vivido duelos o traumas a temprana edad, las actitudes que se pueden llegar a tener, pueden percibirse como frías, serias, introvertidas o maduras; y de esa manera, podríamos seguir describiendo personas y percepciones. Y aunque el escuchar lo que otro ha vivido, experimentado, aprendido o visto, puede sernos útil para aprender algo diferente de la vida y comprenderla desde otra perspectiva. Es natural y entendible que no nos guste la actitud o la manera de ser pues no compaginamos con ello. No se trata de cambiar a las personas y adaptarlas a tu manera de ver la vida, ni de cambiar uno para adaptarse a los demás. Se procura permitirse conocer otras facetas, y posiblemente entender a las personas que nos rodean, pero más que nada, entender desde otras vertientes, la vida.
Resultará en conocimiento y experiencia el poder escuchar y tratar de entender otras maneras, y de la mano, hacerles comprensible la propia. Ese acto de empatización, incluso podrá intervenir en nuestros puntos ciegos, ya que a la hora de estar parcializados y aferrados a una sola manera de ver la vida, nos perdemos de mucha información enriquecedora.
Nuestra historia nos da una perspectiva del mundo, de esta podemos aprender, y a la vez, cegarnos de cómo es la realidad. Qué esa perspectiva nos limite o nos sirva para enriquecer el conocimiento propio y de otros, dependerá mucho de nuestra apertura a recibir otras historias y otros ojos que miran el mundo diferente.
La labor del psicoterapeuta será crear un vínculo de confianza con el paciente, para que este pueda tomar el espacio terapéutico como un lugar seguro y neutral, en el cual, se permita recibir los primeros ojos externos que miran diferente. Posteriormente, acompañar al paciente a que vaya descubriendo sus otras fases, las abrace, entienda, y si resulta idóneo, las acepte. Y finalmente, pueda comprender a otros, sin que le afecte tanto cómo son con sus defectos y virtudes.
Por ello, este tema es fundamental en la psicoterapia, ya que al comenzar a trabajar en nosotros mismos, eventualmente vamos ampliando el panorama, o mejor dicho, nos vamos quitando esa venda de los ojos que nos impedía conducirnos en el mundo, de manera más completa, íntegra y madura. Comenzamos a tener apertura en conocer otras facetas de nosotros, al igual que, empezamos a entender a los demás, y a su vez, visualizamos otros matices que antes no podíamos notar. Permitiéndonos ver la vida con mas claridad.
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