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Un primer día.

Por Elí Ganem de Discurso Interno

Ilustración realizada por Elí Ganem Kuri @DiscursoInterno


Los seres humanos tendemos a castigarnos más por nuestros fracasos que a felicitarnos por nuestros éxitos. Mientas que los triunfos se vuelven <exigencias o deberes>, las desgracias se vuelven el reflejo de nuestra insuficiencia, error, malas decisiones, falta de inteligencia y más; desgastándonos pensando en el porqué del resultado tan desfavorable, lo cual tiende a durar días, a veces meses y en casos extremos, años.


Es importante mencionar que toda reacción actual, tiene su origen en el pasado. Al tener la idea de motivar a los niños a ser mejores, esforzarse y conseguir buenos resultados para eventualmente en el futuro tener éxito, muchos adultos celebran sus logros y critican sus fallas; esta actitud no solo la toman los familiares, sino la escuela y también la sociedad. Y aunque la intención suele ser buena, lo que creó y sigue creando en uno, al ser adulto, es más autocrítica con uno mismo.


El sentimiento de fracaso en la adultez será directamente proporcional al manejo o enseñanza que se le dió al tema cuando éramos pequeños, por lo que es común que cada uno experimentemos la decepción en diferentes niveles. Algunos tras el mal resultado comienzan a ver sus opciones limitadas, considerándose incapaces de lograr otras cosas; otros se deprimen volviéndose sedentarios; habrá quienes se aíslen tal vez por vergüenza o incomodidad de que les recuerden la desgracia; algunos sienten el fracaso como un hueco el cual no pueden llenar con nada; o en el peor de los casos, es tan fuerte las sensaciones de falla, que algunos deciden “tirar la toalla” y suicidarse. Son los pocos, que ven ese momento como una enseñanza y continúan adelante creyendo en sus capacidades, reintentando el mismo proyecto o con otros nuevos. Ya que comprenden que se necesita de un primer día para fracasar, aprender y posteriormente mejorar.


Por eso es importante no menospreciar el sentimiento de malogro de otras personas, diciéndoles “no es para tanto”, “puedes hacer otra cosa” o “con ganas todo se puede”, porque muchos aprendieron de pequeños que las cosas no eran así de sencillas. Y aunque nuestra intención no es mala, ellos pueden sentirse peor por no poder ver las cosas así de simples. Pero si re-enseñar que los errores/fracasos/desgracias/fallas son aprendizajes, y decir algo como lo siguiente marca la diferencia: “Comprendo que era algo que querías lograr y al final no resultó como esperabas. Felicidades por intentarlo, ya que no muchos se atreven; ahora tienes una gran ventaja, ya que sabes que ese camino no era y si lo deseas, podrás intentarlo tomando otros. Tomate el tiempo de recuperarte y si te motivas a volver a hacerlo, te acompañare en el trayecto”. Como verás una frase así contiene empatía, reconocimiento por el proceso, apoyo y sobre todo un cambio de visión.


Sé que es complicado modificar enseñanzas que se han repetido hasta el cansancio, pero nunca es tarde para hacerlo. Podemos comenzar instruyendo a los niños de ahora, que los fracasos también se celebran porque lo importante es el intento. Podemos inspirarlos a mejorar, sin crear en ellos miedo por obtener un resultado desfavorable y esperanza de ganancias por resultados contrarios. No se debe comprar con regalos lo ‘bueno’ como tampoco se debe de castigar con privaciones lo ‘malo’. Valdría la pena empezar a dar mayor importancia al proceso, esfuerzo, creatividad y motivación.


Como adultos podemos ser empáticos y enseñarles que todos nos equivocamos y es mero aprendizaje, que como personas es normal que se nos dificulten ciertas actividades y nos destaquemos en otras; y en lugar de frustrarnos conviene explorar más lo que sí podemos lograr.

De esta manera cuando crezcan, serán personas menos frustradas por un resultado y más abiertas al panorama para lograr lo que consideran como <éxito>. Y a nuestros adultos e incluso a nosotros mismos podemos enseñarnos que: los errores necesitan surgir y en nuestras primeras veces podemos fallar. Todos tenemos un primer día para equivocarnos y con ello aprender, porque sin este no podríamos avanzar.



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¡Hola! Muchas gracias por leer. 

Soy psicóloga y me apasiona la escritura, si esta lectura te inspiró, recordó o generó algo; me encantaría que me lo dejaras un comentario, será un placer leerte.

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