Ser alguien en la vida

Por Elí Ganem

Ilustración realizada por Elí Ganem @ga.m.a @discursointerno

Cuántas veces no hemos escuchado la frase “debes ser alguien en la vida”, ya sea porque la escuchamos en la televisión, de un familiar, un docente, de conocidos o desconocidos o bien, de nosotros mismos. Es una frase tan común y tan tomada a la ligera, que no nos percatamos de lo mucho que nos limita.

Por ello, me gustaría invitarte a cuestionarte, ¿verdaderamente, qué es ser alguien en la vida y qué implica?. De igual manera quisiera agregar otras dos preguntas ¿No somos ya alguien desde el momento que nacemos? ¿Qué tiene de diferencia con el hecho de existir?. Sé la razón por la cuál se dice y la connotación que tiene y por eso mismo planteo las preguntas anteriores, porque es probable que sepamos para qué se dice pero no entendemos el porqué se hace; transformando algo que debería hacernos sentir orgullosos, vitales, únicos y motivados, en una verdadera carga de deber y cumplimiento el cual tiene estándares sumamente altos que cuando no se cumplen, lastiman la confianza, seguridad y fortaleza de uno mismo.

El hecho de desear que otro o uno mismo “sea alguien en la vida” habla de carencias, no solo en recursos y oportunidades sino también en el aspecto mental. Cuando uno mismo se dice “se alguien en la vida” o le dice a otro que lo sea, está coartando la oportunidad de crecimiento, exploración y la posibilidad de descubrir herramientas de aprendizaje y realización que no conocían. Cuando esa frase sale de la boca de alguien y viaja al oído de otro; restringe lo mejor que le puede pasar a una persona, que es, conocer(se).

Vivir bajo la sombra de esa peculiar frase, potencializa el sentimiento de minusvalía, disconformidad, sobre exigencia, incrementa el auto castigo y severidad en nuestro Ser y de los que nos rodean; sintiéndonos nunca llenos ni completos, nunca aprobados por nuestro altos estándares de valor. Y ¿qué ocurre?, personas con una insatisfacción enorme hacia lo que lograron, pensando que pudieron hacer más o mejor, comparándose con todos a la vez. Gente con un discurso constante de no ser nadie en la vida, la cual es incapaz de apreciar las cualidades y herramientas que tiene, pensando que lo educaron para ser y funcionar como un mediocre. Masas con un discurso de superioridad pero jamás satisfacción, la cual constantemente arruina sus relaciones interpersonales por su constante ambición. Personas con tendencias suicidas, las cuales tienen mayor predisposición a quitarse la vida si consideran que jamás lograran ser alguien con éxito. O de manera contraria, está frase nos hace perder el suelo, pero el problema de ello es que mientras más alto estemos, si caemos más dolorosa será la caída.

Sería fundamental repasar la historia de la humanidad, para recordar de dónde y cuándo surgió esta frase y cómo en un momento de necesidad, fue imprescindible para avanzar; pero hoy esta se tergiversa al suponer que el desear <ser distinto> a lo común, está mal.

¿Quién determina que un abogado vale más que un artista? O que un ingeniero sí es alguien pero un chef no lo es. ¿Quién decide que un licenciado, maestro o doctor debe ser respetado y admirado y un barrendero, no? O que el mérito de una mujer está basado en si se casa y tiene hijos, y no porque decide estudiar y crecer como profesionista. ¿Quién dictamina qué un hombre es valioso en la vida si provee, tiene buen trabajo y buena posición a uno que lucha para sobrevivir día a día pero está al pendiente de su familia para que no le falte nada, aunque sea humildemente?

Todos somos alguien en la vida, sin importar cual sea nuestra posición y papel en la comunidad; y eso no interviene en la búsqueda de superación, ambos términos no están peleados, el error es pensar que uno es sustituto del otro.

Vivimos en sociedad, la cual, podríamos pensar que funciona como un reloj enorme, está trabaja y marcha con demasiadas piezas y cada una es única; ninguna se repite en forma y tamaño, y tampoco en función. Hay grandes, medianas y chicas, las ranuras de cada una son distintas, pero aun así todas tienen un valor importante para el buen funcionamiento. Por fuera del reloj veremos manecillas que marcan las horas, los minutos y segundos; si nos limitamos a ver desde la superficialidad, esas manecillas serían, lo que nosotros consideramos “ser alguien en la vida”. Sin embargo, si no hay un buen funcionamiento dentro del reloj, no marcará con precisión el tiempo, y un reloj que no es exacto, no sirve. Lo que nos indica que las piezas de adentro, aunque no se ven, son igual de importantes, entonces ¿por qué no pensar que esas también merecen ser “alguien en la vida” y tener un valor el cuál sea reconocido?

Abracemos nuestra valía, démosle la importancia que merece sin compararla con la de los demás, ya que así podremos reconocernos nuestros logros y fracasos de manera objetiva. Démosle fuerza e importancia a la <particularidad> en lugar de verla como un defecto. Permitámonos continuar el rumbo de nuestra vida, para crecer, explorarnos y descubrirnos en cualidades, herramientas y oportunidades; creamos y admiremos nuestro propio valor para permitir conocernos.